Galilea

Galilea
Taller de escritura – Viernes 08/09/2021 – Consigna : Monstruitos
Con su larga cabellera negra, Galilea transformaba el día en noche.
Gustaba caminar precisamente a esas horas -las de la noche- pues sostenía que eran las mejores para dar un paseo a los sentimientos más oscuros, que suelen ser tímidos y se esconden de la luz del sol.
Y era así como, cuando el sol andaba cayendo, Galilea dejaba ondear su cabellera al viento (había de esperar ese momento porque no era tanto su poder como para eclipsar al astro rey), y con dos golpes viento de Poniente en su pelo la bóveda celeste se volvía tan negra como una noche sin luna.
Comenzaban, entonces, a emerger los pequeños puntitos de luz de las estrellas y con ellos los sentimientos, llenando su corazón; los pensamientos, abarrotando su cabeza.
Lo que sentía, lo que pensaba, solo ella lo sabía.
…
Con el paso de los años Galilea fue perdiendo el brillo azabache de su melena: Ahora la noche no era tan negra; ya no era solo de «luna nueva». Al igual que los pensamientos no eran ahora tan “oscuros”.
La luna llena mandaba ahora. Sus designios oscilaban -a veces hacia creciente, a veces hacia menguante- pero siempre impregnados de esa pátina blanquecina: la misma que ahora tintaba los cabellos de Galilea.
Esa que el cielo apagaba estrellas y pensamientos su cabeza.
Resistiendo quedaban los sentimientos, escondidos en el corazón.
Y es que, aunque lo que pensaba ya ni ella lo sabía,… pueden estar seguros de que nunca, nunca, olvidó lo que sentía.
……….
- “Anda, vamos a cenar… ¿No tienes hambre?… Vamos, Galilea, no mires más estrellas”.
- “Eso nunca. Eso nunca”.
© Texto y fotografía Piedad Asensio